Manuel León/Canarias Decolonial

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El estudio impulsado por la Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural del Gobierno colonial de Canarias, que encuestó a más de dos mil personas, se presenta como la investigación más amplia realizada hasta ahora sobre identidad y patrimonio en el Archipiélago. Desde una mirada decolonial, este trabajo revela cómo la población canaria construye su sentido de pertenencia desde lo cercano: el barrio, el pueblo y la isla, antes que desde categorías impuestas como la Comunidad Autónoma, España o Europa. Esa preferencia por lo local puede leerse como una resistencia a la homogeneización cultural y política derivada de la historia colonial, reafirmando la importancia de los vínculos comunitarios y territoriales. El patrimonio, tanto natural como cultural, aparece valorado como memoria viva y como defensa frente a la mercantilización y el extractivismo, lo que convierte su conservación en un acto político de afirmación identitaria. La relación con el medio natural, marcada por la costa y el mar, muestra cómo el territorio moldea la subjetividad y cómo las generaciones se vinculan de manera distinta a los paisajes, cuestionando la idea de una identidad fija. El orgullo de ser canario y la autodefinición como hospitalarios y solidarios se interpretan como una respuesta ética frente a la violencia histórica de la colonización, construyendo una identidad desde valores comunitarios. Finalmente, el reconocimiento de la canariedad como dinámica y diversa rompe con la noción de una esencia única y homogénea, afirmando que la identidad se nutre de la pluralidad cultural y de los aportes poblacionales que enriquecen la memoria colectiva. En síntesis, la identidad canaria aparece como un proyecto vivo, insurgente y plural, que se afirma en lo local, se defiende frente a las lógicas coloniales y se proyecta como resistencia y creación constante.
El estudio sobre identidad y patrimonio en Canarias, leído desde el pensamiento decolonial, revela más de lo que aparenta. Aunque se presenta como una investigación pionera y objetiva, en realidad responde a una lógica colonial institucional que busca administrar y clasificar la identidad canaria dentro de los marcos del Estado español. La encuesta a más de dos mil personas convierte la canariedad en un objeto de gestión, medible y controlable, más que en una experiencia viva y autónoma. El énfasis en que identificarse primero con Canarias “no es incompatible con sentirse español” neutraliza la tensión histórica entre la memoria insular y la imposición de la españolidad, reproduciendo una narrativa servicial que invisibiliza las luchas de resistencia. El patrimonio, tanto natural como cultural, aparece valorado, pero siempre bajo la tutela de las instituciones, lo que corre el riesgo de convertirlo en recurso turístico y político más que en memoria colectiva insurgente. La relación con el territorio, marcada por la costa y el mar, se interpreta como rasgo identitario, pero desde una mirada crítica puede verse cómo se domestica la territorialidad en clave de postal turística, dejando en segundo plano los montes y barrancos que han sido espacios de subsistencia y resistencia. La caracterización oficial de los canarios como hospitalarios y afables refuerza un estereotipo colonial que presenta al pueblo como dócil y servicial, útil para la mercantilización cultural y turística, en lugar de reconocer su capacidad crítica y su historia de lucha. Aunque se afirma que la identidad es dinámica y diversa, el estudio la encierra en un marco institucional que administra esa diversidad, limitando su potencial emancipador. En definitiva, lo que se muestra como un análisis neutral es en realidad una operación de poder que busca domesticar la identidad canaria, presentarla como compatible con la españolidad y reducirla a un carácter amable y gestionable, cuando en verdad la canariedad se construye en los márgenes, en la memoria popular, en la resistencia cultural y en la afirmación de lo local frente a las narrativas coloniales.
Cuestionamiento Decolonial del Estudio sobre Identidad Canaria
El estudio sobre identidad canaria, impulsado por la Dirección General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Canarias, se inscribe dentro de la lógica del Estado español y, desde el pensamiento decolonial, reproduce un régimen de saber colonial. La identidad canaria se estudia y clasifica desde parámetros institucionales que responden a intereses políticos y no necesariamente a las voces autónomas de la comunidad. Al encuestar a más de dos mil personas para “analizar factores de identidad”, la canariedad se convierte en un objeto de medición y administración más que en una experiencia viva. Esta mirada colonial busca controlar y definir la identidad desde arriba, en lugar de reconocerla como proceso insurgente que se construye desde abajo, en los barrios, en las luchas sociales y en la memoria popular
El sociólogo entrevistado afirma que identificarse primero con Canarias “no es incompatible con sentirse español”. Sin embargo, desde una perspectiva decolonial, esta afirmación neutraliza la tensión histórica entre la identidad canaria y la imposición de la españolidad, invisibilizando las luchas por autonomía y las memorias de resistencia frente a la colonización. La identidad canaria aparece presentada como subordinada y servicial, integrada sin conflicto en el marco estatal, lo que reproduce la colonialidad
Aunque se reconoce la importancia de conservar el patrimonio, se menciona que “el mundo político está raro y las prioridades parecen cambiar”. El patrimonio, más que memoria viva, se convierte en recurso gestionado por la política institucional, lo que puede derivar en su mercantilización turística y en la pérdida de su sentido comunitario. Asimismo, la identificación con la costa y las playas se interpreta como parte de la “manera de ser” canaria, pero desde el pensamiento decolonial esto corre el riesgo de reducir la relación con el territorio a un cliché turístico, invisibilizando otras formas de vínculo con la tierra, los montes y los barrancos, que han sido históricamente espacios de resistencia y subsistencia
El discurso oficial define a los canarios como “hospitalarios, afables, cercanos y solidarios”. Esta caracterización puede leerse como un estereotipo colonial que presenta a la población como dócil y servicial, reforzando la imagen de un pueblo “amable” para el consumo turístico y político, en lugar de reconocer su capacidad crítica y su historia de resistencia. Aunque se afirma que la identidad canaria es diversa y cambiante, el estudio la encierra en un marco institucional que administra la diversidad en lugar de dejarla fluir como proceso autónomo. La diversidad se reconoce, pero siempre bajo la tutela del Estado y sus instituciones, lo que limita su potencial emancipador
Ell estudio leído desde el pensamiento decolonial no refleja una identidad insurgente ni autónoma, sino una identidad gestionada, medida y neutralizada por las instituciones. La canariedad aparece presentada como compatible con la españolidad, como patrimonio administrado y como carácter servicial, lo que reproduce la colonialidad del poder y del saber. La verdadera identidad canaria, sin embargo, se construye en los márgenes, en la memoria popular, en la resistencia cultural y en la afirmación de lo local frente a las narrativas hegemónicas.
A modo de Conclusion:
El debate sobre la identidad canaria —la primacía entre el sentimiento «isleño» y el «español»— no puede reducirse a una mera disputa sociológica, y menos con solamente dos mil encuestados. Analizado desde el Pensamiento Decolonial, este escenario revela cómo las estructuras de dominación metropolitana persisten en el Archipiélago a través de la Colonialidad Interna, manifestada en las esferas del Poder, el Saber y el Ser. La convergencia entre la realización de un estudio de identidad financiado institucionalmente y la sistemática propaganda de los medios públicos, como Radio Televisión Canaria (RTVC), configura una estrategia dual y complementaria cuyo objetivo es gestionar y neutralizar la diferencia colonial.
El primer pilar de esta estrategia se articula a través del Estudio Sociológico, que opera como un instrumento directo de la Colonialidad del Poder. Definida por Aníbal Quijano, esta colonialidad mantiene el patrón global de dominación organizando la periferia de manera funcional a los intereses del centro. En este contexto, el gobierno autonómico actúa como un agente intermediario, y el estudio se convierte en un dispositivo de biopoder y racionalización. Su función principal no es solo conocer la identidad, sino medir la intensidad de la resistencia y la efectividad de la narrativa asimilacionista. Los hallazgos que revelan una alta identificación «isleña» o una fuerte empatía con Sudamérica no son vistos por el poder como datos culturales neutros, sino como fisuras en la cohesión estatal. La primacía del sentimiento isleño y la conexión con la diáspora atlántica señalan la persistencia de una conciencia histórica y territorial propia que se niega a ser subsumida, sometida, por la homogeneización española, obligando a las instituciones a identificar los puntos exactos donde la propaganda debe ser ajustada y reforzada.
Frente a esta medición, el segundo pilar es la Propaganda Mediática de RTVC, que actúa como el arma epistémica que busca corregir la conciencia detectada. Esta estrategia se somete directamente la Colonialidad del Saber y la Colonialidad del Ser. La RTVC se empeña en comparar continuamente cualquier manifestación canaria con España o Europa, forzando un anclaje simbólico a la metrópoli. El caso ejemplar de referirse a los cedros del Teide como los «más viejos de Europa,» mientras se ignora la realidad de la ubicación geográfica de Canarias en la placa africana, o los camellos de Fuerteventura, que se catalogan como la única especie de camello europea, ( son solo unos de las innumerables ejemplos de comparaciones que a diario la Rtv canaria propaga), es un acto de violencia epistémica.
La violencia y racismo epistémico en Canarias se manifiesta en la forma en que se construyen y difunden ciertos relatos oficiales sobre la naturaleza y la identidad del archipiélago. Cuando se afirma que los cedros del Teide son “los más viejos de Europa”, se produce un desplazamiento discursivo que fuerza una adscripción continental ajena a la realidad geológica: las islas se asientan sobre la placa africana, pero esa pertenencia se invisibiliza para reforzar una narrativa eurocéntrica. Del mismo modo, cuando los camellos de Fuerteventura se presentan como “la única especie de camello europea”, se impone una clasificación arbitraria que borra su origen africano y los convierte en símbolo de apropiación cultural. En ambos casos, las categorías utilizadas no nacen de los saberes locales ni de la experiencia histórica de las comunidades isleñas, sino de instituciones que buscan encajar la realidad insular en un marco europeo, borrando la dimensión africana y colonial que define su historia. Esta imposición de etiquetas externas constituye violencia epistémica porque niega la legitimidad de otras formas de conocimiento, silencia la memoria de los vínculos con África y condiciona la manera en que las generaciones futuras comprenderán su territorio. Es una violencia que opera no con armas, sino con discursos, y que transforma árboles y animales en instrumentos de una narrativa que reescribe la identidad canaria desde fuera, perpetuando la colonialidad del saber y la subordinación cultural. Se impone el eurocentrismo como único marco de referencia válido, creando una ficción geográfica que justifica la dependencia política y económica al proyecto europeo y niega la posibilidad de un Eje Sur-Sur que vincule a Canarias con su entorno atlántico y africano.
Esta negación geográfica tiene profundas consecuencias en la Colonialidad del Ser. Al desvincular a Canarias de África —un continente históricamente subalternizado en la matriz colonial—, la propaganda institucional induce al sujeto canario a una forma de doble conciencia fracturada. Se le obliga a mirarse a sí mismo a través del «espejo del amo,» buscando legitimidad en la pertenencia europea y negando su propia Africanidad simbólica y geográfica para evitar la subalternización. El canario es condicionado a preferir la identidad impuesta para asegurar su inclusión en el marco de la «blanquitud» simbólica y el desarrollo, manteniendo su Ser en un estado de subordinación existencial.
En conclusión, el estudio sociológico y la narrativa mediática de RTVC operan en una sinergia funcional. El estudio provee el diagnóstico (Colonialidad del Poder) de la resistencia identitaria, mientras que la RTVC provee el tratamiento (Colonialidad del Saber/Ser) a través de la asimilación forzada. Esta doble pinza institucional es la prueba de que la colonialidad persiste no solo mediante la explotación económica, sino a través de la gestión racional de la subjetividad. La lucha por la identidad en Canarias es, por lo tanto, una batalla decolonial por la soberanía epistémica y el derecho a definir el Ser canario desde su propio lugar de enunciación atlántico-africano, más allá de los límites impuestos por el centro hegemónico.
Desde el pensamiento decolonial, este supuesto estudio no puede ser leído como un ejercicio técnico o académico neutral, sino como una operación de poder inscrita en la lógica de la colonialidad. La colonialidad del Poder, del ser y del saber, tal como la han descrito autores como Aníbal Quijano y Walter Mignolo, se manifiesta aquí en la producción de un relato que legitima la subordinación de Canarias a la metrópoli española. El seudo gobierno canario, sostenido por dos partidos que representan obediencias distintas pero convergentes en el mismo proyecto españolista, actúa como administración colonial cuya función es gestionar las migajas que la metrópoli concede. Bajo la apariencia de autonomía, ejerce con patente de corso el derecho a mentir, manipular y engañar a la ciudadanía, reproduciendo un discurso que oculta la dependencia estructural y naturaliza la subordinación.
El Partido Popular, con su obediencia centralista, y Coalición Canaria, que se autodenomina nacionalista pero cuyo nacionalismo es en realidad es más españolista que los partidos centralistas, conforman un entramado político que no busca representar la voz propia de Canarias, sino perpetuar la colonialidad. La figura de Ana Oramas en las cortes del Estado español fue paradigmática: su ataque feroz contra los auténticos nacionalistas catalanes y vascos revelaron la función de Coalición Canaria como defensora del españolismo más rancio, disfrazado de nacionalismo insular. Este comportamiento confirma que el supuesto nacionalismo de Coalición Canaria no es más que una estrategia de legitimación de la dependencia, una máscara que pretende ocultar la continuidad del proyecto colonial.
Desde el análisis del Pensamiento Decolonial nos permite desenmascarar estos mecanismos de subrogación: el estudio no es un documento científico, sino un dispositivo de poder que produce narrativas manipuladas para mantener a la sociedad insular bajo el dominio de intereses externos. Se trata de un ejemplo claro de racismo epistémico, donde el saber local y la memoria histórica son silenciados y reemplazados por categorías impuestas desde la metrópoli. La colonialidad del Ser y Saber se articula aquí con la colonialidad del poder, pues el seudo gobierno actúa como mediador colonial, administrando discursos y políticas que refuerzan la dependencia y niegan la posibilidad de una voz propia canaria.
En este sentido, este texto se convierte en denuncia: la autonomía es una ficción; el gobierno es un simulacro, y el estudio es una herramienta de dominación. Desde la perspectiva decolonial, la tarea es visibilizar estas operaciones, recuperar los saberes y memorias que han sido silenciados, y afirmar la necesidad de pensar Canarias desde Canarias, fuera de las categorías impuestas por el españolismo. Solo así se puede desmontar el entramado político que perpetúa la subordinación y abrir espacio para una verdadera emancipación epistémica, cultura, conocimientos y política de auténtica obediencia social y ciudadana.
Enlace sobre una noticia sobre este «Estudio» a doc.
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