* Sordera selectiva, 10 enero 2020

El «Retrato del colonizado» (1957), un ensayo de Albert Memmi, escritor francés, es sobre Túnez, un país al norte de África. Túnez fue colonia de Francia por 75 años, logrando finalmente su independencia en 1956. Memmi habla de las características del colonizado de ese país, y al leerlo, no pude evitar ver al pueblo puertorriqueño reflejado. Tomé algunas secciones de este ensayo e hice una comparación de Túnez con Puerto Rico. Hago la aclaración que este escrito es solo mi observación. No conozco de ningún estudio que demuestre mi percepción del efecto que ha tenido la colonización – primero de España y luego de Estados Unidos- en los puertorriqueños, pero las semejanzas de nosotros con los tunecinos de este escrito no pasan desapercibidas.
Nacimiento del mito
Comienza Memmi diciendo que «Cuando el colonizador afirma en su lenguaje que el colonizado es débil, está sugiriendo que esa deficiencia requiere protección. De ahí se deriva… la noción del protectorado». El protectorado es la soberanía que un Estado ejerce sobre un territorio. En Puerto Rico, todo lo referente a Moneda, Defensa, Agricultura, Inmigración, etc. se maneja desde Estados Unidos. Puerto Rico se define como un territorio no incorporado de Estados Unidos y, por extensión, nos aplican muchas leyes federales de ese país.
También nos dice lo siguiente: «Otro tanto ocurre con la famosa ingratitud del colonizado…recuerda de una sola vez todo lo que el colonizado debe al colonizador…». Mucho se habla de las bondades de Estados Unidos con Puerto Rico, desde las becas, transferencias económicas y muchas otras cosas que a simple vista parecen beneficios. Realmente estos beneficios no son gratis, pues Puerto Rico sí paga impuestos, a diferencia de lo que creen muchos; y además, al ser colonia de ese país, Estados Unidos tiene una responsabilidad con la isla. Sin embargo, ya vimos con el Huracán María la falta de urgencia y prioridad con la que se trató a la isla, ¿Será por nuestra falta de gratitud?
La deshumanización
Menciona Memmi que uno de los rasgos de despersonalización o deshumanización se llama el rasgo del plural, donde «nunca se caracteriza al colonizado de una forma diferencial; únicamente merece ser sumergido en un anonimato colectivo («son esto…son todos iguales»)» Aquí lo curioso es que es el mismo puertorriqueño quien habla de sí mismo en tercera persona, especialmente cuando denota algo que considera negativo. Lea los comentarios bajo las noticias de los periódicos en las redes sociales, y vea cuántas veces dicen: «el puertorriqueño es puerco, el puertorriqueño es vago…» El puertorriqueño esto, el puertorriqueño lo otro. Aun si está hablando de una sola persona, el comentario incluye a todos pero se excluye a sí mismo, disociándose de lo que es, otro puertorriqueño. Es un desprecio y vergüenza por lo que hace otra persona, pero lo señalamos como si «todos los puertorriqueños fueran así, menos yo».
Esta oración es contundente: «El colonizador niega al colonizado el derecho más precioso, reconocido a la mayoría de los hombres: la libertad». Ahora, la mayoría de los puertorriqueños se sienten libres. Esto porque piensan en la libertad en términos de movilidad, y no de soberanía. Soy libre porque tengo libertad de expresión y me puedo montar en un avión e ir donde yo quiera, pero no tenemos la libertad de entablar relaciones comerciales con otros países, ni crear leyes que vayan por encima de la Constitución de los Estados Unidos. No visualizamos la libertad soberana porque no sabemos lo que es. Solo una minoría querría la verdadera libertad; la que realmente solo existe en un país independiente. Algunos se conformarían con una soberanía limitada, pero la mayoría de los puertorriqueños está perfectamente bien con nuestra libertad con asterisco.
El colonizado y la historia…
«La más grave carencia que sufre el colonizado es la de encontrarse situado fuera de la historia y fuera de la sociedad. La colonización le suprime todo acto libre tanto en la guerra como en la paz, cualquier decisión que contribuya a conformar el destino del mundo y el suyo propio, cualquier responsabilidad histórica y social».
Algunos dicen que la imposición de la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños fue para que entraran a lo que se conoce como “draft”, y participaran en las guerras de Estados Unidos. Puerto Rico ha participado en todas las guerras de Estados Unidos, un hecho que muchos norteamericanos desconocen. Esto porque, excepto para nosotros, Puerto Rico es casi invisible para el mundo. De seguro ha notado cuando va a comprar algo por Internet, que Puerto Rico no aparece como «país», sino como «estado», o viceversa. He visto mapas de Latinoamérica donde Puerto Rico no es incluido como parte de la región. Entonces ni somos país, ni estado, ni parte de lo que haría más sentido: Latinoamericanos. Esto es algo técnico pero real, que no toma en cuenta quiénes somos. Entonces quedamos, efectivamente, fuera del mapa, fuera de la historia y sin la voz para expresar nuestro lugar en el mundo. Es que estamos en una posición de complacencia y, «En efecto, el colonizado duda antes de readueñarse de su destino». Son muy pocos los que buscan esa independencia porque no podemos visualizar lo que podríamos ser.
Los valores-refugio
En esta parte del ensayo el escritor menciona que el colonizado está tan abrumado con la condición en la que se encuentra, que recurre a la familia y a la religión para encontrarse, y ya con eso le basta. Aquí Memmi parece hablar de un colonizado que se da cuenta de que no lo quiere ser más. La complejidad del puertorriqueño es que ni siquiera sabe que está colonizado. Desde hace poco tiempo, políticos de diferentes partidos están haciendo uso de la palabra «colonia», aunque el fin sea distinto. Para un estadista, ser una colonia significa que para dejar de serlo Puerto Rico tiene que convertirse en un estado de Estados Unidos. Para un independentista, ser una colonia significa que para dejar de serlo Puerto Rico tiene que ser un país independiente. Pero la realidad política de Puerto Rico es que siempre ha sido una colonia, llámele territorio o Estado Libre Asociado.
Memmi termina esta sección diciendo: «Al no poseer estructuras nacionales ni ser capaz de imaginar un futuro histórico, la sociedad colonial tiene que contentarse con la pasiva somnolencia de su presente». ¿Será?
La amnesia cultural
Después de más de ciento veinte años de la invasión norteamericana, es normal que hayamos adoptado muchas costumbres y estilos de vida de los estadounidenses. Nuestra cultura es un híbrido de otras que llegaron a la isla, y todo esto aporta a nuestra identidad. Memmi expone que «mientras soporta la colonización, la única alternativa posible para el colonizado es la asimilación o la petrificación».
Comencemos con los españoles, que llegaron a la isla, saquearon las tierras y prácticamente eliminaron al taíno. Ahora lo que nos queda son algunos pueblos con nombres derivados de taínos y dos o tres parques ceremoniales, donde más que ver a ese indígena como parte nuestra, lo vemos como algo fuera de nosotros que ya no existe. Siglos más tardes los estadounidense vinieron con la intención de despojarnos por completo de esa identidad formada, comenzando con imponer el inglés en el sistema de educación por casi 50 años. Analice eso: casi cincuenta años de educación en inglés desde 1902 hasta el 1948, que luego fue revertido nuevamente al español y tan reciente como el 2011-2012 el partido estadista quería volver a la educación en inglés. También fue delito por un tiempo izar la bandera puertorriqueña, algo que estoy segura que muchas personas desconocen.
También dice Memmi que el colonizado cada vez dispone menos de su pasado porque el colonizador nunca lo ha reconocido, y luego nos exhorta a preguntarnos a nosotros mismos que quiénes son los héroes populares de nuestros pueblos. En Puerto Rico tenemos muchos próceres puertorriqueños, pero pregúntele a cualquiera, pregúnteme a mí quiénes fueron o qué hicieron. Mi respuesta es que no sé. ¿Pero cómo es posible? Es que nuestra historia es contada a medias y a oscuras. Porque a lo mejor alguien te puede decir un poco de Martin Luther King, pero no de Eugenio María de Hostos o de Ramón Emeterio Betances. El Ateneo Puertorriqueño, una de las pocas entidades que preserva y defiende nuestra cultura, ha estado en peligro inminente de cerrar por falta de fondos, y lo insólito es que a mucha gente no le importa si instituciones como estas desaparecen.
A pesar de todos estos atentados de erradicar lo que somos, nosotros conservamos nuestra cultura y nuestro idioma, y a pesar de la influencia extranjera innegable, seguimos conectados a nuestra esencia.
El ser de carencia
Me sorprende que Albert Memmi se refiera a la colonización como algo catastrófico, lo peor que le puede pasar a una civilización. Esto porque si le preguntas a cualquiera en Puerto Rico te dirá cualquier cosa, pero no veo a nadie usando la palabra «catastrófico». Mucho menos cuando estamos convencidos que si no fuese por Estados Unidos «estaríamos como Cuba o Haití», pues «los americanos trajeron el progreso». O sea, que como dice el autor, en los ojos del colonizado la colonización como quiera es positiva, pero luego nos lanza una pregunta: «¿Por qué tenemos que suponer que el colonizado se habría inmovilizado en la misma situación en que lo encontró el colonizador? También se podría afirmar lo contrario: sin la colonización habría más escuelas y hospitales». Esto nunca lo sabremos, pero lo que sí tengo claro es que tenemos una deuda psicológica con los Estados Unidos, cuando la realidad es que hemos sido utilizados desde el principio, pero no lo vemos.
El amor por el colonizador y el odio a sí mismo
Aquí nos dice Memmi que «el primer intento del colonizado es cambiar de condición cambiando de piel. Encuentra un modelo tentador e inmediato: precisamente el del colonizador». Me parece interesante y curioso que hay puertorriqueños que incluso sin nunca haber vivido en Estados Unidos, realmente expresan un orgullo como si fueran de allá, entienden que en los estados todo es mejor y color de rosa, y muestran un claro menosprecio a la isla. Otros se van a vivir para Estados Unidos, y Puerto Rico se convierte en lo peor. Ocurre casi una transformación del alma, algo increíble. Se convierten en más americanos que el “apple pie”. Para mí esto es una crisis de identidad grave y difícil de comprender, pero ahí están
«El rechazo de sí mismo y la estima por el otro son rasgos comunes a todo candidato a la asimilación. Y los dos componentes de este intento de liberación están fuertemente ligados: el amor por el colonizador está cimentado sobre un complejo de sentimientos que van desde la vergüenza hasta el odio a sí mismo».
Imposibilidad de la asimilación
Continúa el ensayo: «Es el colonizado el primero que desea la asimilación y es el colonizador quien se la niega». ¿Cuántas medidas no se han llevado al Congreso de Estados Unidos para que se resuelva el estatus? ¿Cuántos referéndums se han hecho que siempre quedan en nada? A comienzos del 2017 se llevaron los resultados al Congreso de una votación del Pueblo pidiendo la estadidad abrumadoramente, ¿y qué pasó? La Organización de las Naciones Unidas ha pasado innumerables resoluciones donde reconoce el derecho a la descolonización de Puerto Rico, pero todos los esfuerzos quedan en nada. Entonces, Estados Unidos no tiene ninguna intención de escuchar ni el reclamo de la isla ni el internacional. Si Estados Unidos quisiera convertir a Puerto Rico en el estado 51, hace rato que lo hubiese hecho, pero el Congreso tiene, y tendrá siempre, otras prioridades.
La rebelión
A principios de los años 1900, había un movimiento político significativo que buscaba la independencia para Puerto Rico. El gobierno de Puerto Rico y Estados Unidos empezó a perseguir a los nacionalistas, y en más de una ocasión utilizaron la fuerza para aplacar y aplastar brutalmente el movimiento. Hubo masacres y persecución, y al día de hoy siguen las repercusiones para un movimiento que sigue siendo perseguido. El colonizado juzga a su propia gente de la misma manera que lo hace el colonizador.
El desfase de sí mismo
Finalmente, Memmi explica cómo los tunecinos lucharon para lograr su independencia. Primero, el colonizado se acepta, abraza sus diferencias y reconoce quien realmente es. Entonces se rebela. Termina el autor diciendo: «Para que sea posible la curación completa del colonizado hace falta que cese completamente su alienación: hay que esperar la desaparición completa de la colonización, incluido el tiempo de la rebelión».
Yo creo que Puerto Rico no se rebelará, al menos no por ahora. El Verano del 19 sin duda fue un despertar, pero siento que falta mucho por aprender, y más por desaprender. Lo importante es que algún día reclamemos el lugar que nos pertenece en el mundo, que seamos escuchados y se respeten nuestros deseos. Esto sucederá cuando nos encontremos a nosotros mismos, aceptemos nuestra condición y exijamos un cambio real en nuestra realidad.
* Artículo original publicado por La Sordera Selectiva.